ORIGEN, CULTO Y MILAGROS DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS
Por Percy Taira
Qué duda cabe, que los
terremotos o sismos, es uno de los principales temores en nuestra capital. No
hay limeño que no sienta miedo o inquietud ante la advertencia o posibilidad de
que ocurra un gran sismo en nuestras tierras. Quizá por ello, esta ciudad, la
antigua Ciudad de los Reyes, tenga como uno de sus principales cultos, el de
una imagen: la imagen del Señor de los Milagros, también llamado, el Señor de
los Temblores. Imagen que es una mezcla de creencia religiosa, de fe con el más
profundo de los temores de nuestra población.
Según las crónicas más
antiguas que registran este culto, la imagen se pintó en 1651, en una de las
paredes de una Cofradía o lugar de reunión donde los negros angolas, esclavos, que vivían en la
zona de Pachacamilla (actual avenida Tacna con Huancavelica). En esta imagen estaban
representados el señor crucificado y al pie de la cruz, su madre, la Virgen y
María Magdalena.
Sin embargo, no fue sino hasta
1655 cuando comienza la historia de esta imagen. En ese año, un sábado 13 de
noviembre a las 2 y 26 minutos de la tarde ocurrió en Lima uno de los
terremotos registrados más terribles de la historia de nuestra capital y de nuestro
país. Datos modernos estiman que aquel sismo fue superior a los 7 grados en la
escala de Richter y el epicentro estuvo a 50 kilómetros del puerto del Callao y
a 30 kilómetros de profundidad del mar.
La ciudad de Lima quedó hecha
escombros. En el libro “Terremotos.Colección de las relaciones de los más notables que ha sufrido esta capital yque la han arruinado”, publicado en 1863 por Don Manuel de Odriozola nos cuenta
lo siguiente:
“Hubo en Lima un terremoto
espantoso, que derribó muchas casas, y edificios, y se abrieron dos grietas,
una en la plaza mayor enfrente de la puerta de Palacio, y otra en el Convento
de Guadalupe, atemorizó tanto, que por muchos días salieron de la Ciudad a
dormir al campo, de que resultaron muchas enfermedades, y muertes”.
Otro relato del siglo XVII,
nos da más detalles de este terrible sismo:
“Se comenzó á sacudir tan
violentamente la tierra, que todos se temieron perecer en el estrago: las
paredes mas robustas se mecían y doblegaban, como si fuesen débiles juncos al
soplo de los vientos; las cruces mas bien firmes en las peanas, al repetido
vaivén desmintieron de la fijeza de sus lugares; las campanas y esquilones, se
doblaban en desordenado clamor; la tierra en parte rajada, se abria en grietas
terribles y bocas. Tubo, al parecer, este terremoto su orijen y nacimiento del
presidio del Callao, por la parte que mira al poniente; porque de su espaciosa
Isla fue mayor el combate, y se reparó, que cayendo de lo alto desmedidos
peñascos, se deshacían con estruendo al precipitarse al mar”.
Otras crónicas de la época narran
la reacción de los limeños, no sólo en el momento del sismo, sino durante las
continuas réplicas que hubo después de este movimiento de la tierra. Nos cuenta
una de estas crónicas:
“La Ciudad, al fin, padeció
irreparables daños, y como dieron en repetirse por muchos días los vaivenes y
estremecimientos de la tierra, sin pasarse sin sobresaltos muchas horas,
asustados, y con razón temerosos los vecinos, huyeron de vivir á sombra de tejado,
ni en el resguardo y seguridad de sus Casas. Muchos se retiraron á sus huertas
y quintas; no pocos pasaban en sus patios las noches; los más así en la plaza
mayor, como en las plazoletas de la ciudad, armaron sus pabellones y tiendas de
campaña, repartidas las familias en varios alojamientos; algunos escojieron por
mas seguro lugar el de los burgos y arrabales, por donde tiene la ciudad sus
salidas al campo. Los religiosos, que en el retiro de sus conventos tienen
huertas interiores, á ellas mudaron el pobre abrigo de sus camas, padeciendo la
incomodidad y el destemple, que se deja entender. En la plaza mayor, en frente de la Iglesia
catedral, se levantó una enramada capaz, ó tienda de campaña espaciosa donde se
celebraron por aquel tiempo los divinos oficios, concurriendo á las mismas y
sermones muy apiñado concurso, no atreviéndose á celebrar dentro de las
Iglesias, de temor de los temblores”.
Los datos actuales estiman que
en aquel terremoto de 1655 hubo entre Lima y Callao, 11 mil personas que
perdieron la vida. Quizá por esta trágica consecuencia muchos no dudaron en
creer, que aquel sismo era una especie de castigo divino, un castigo dado por
Dios a la ciudad de Lima por los diversos pecados que se cometían en ella. Se cuenta
que los sacerdotes salieron a las calles en los días después del sismo para
lanzar sus predicas y confirmar aquello que muchos temían: que el sismo era un
castigo de Dios. Muchos hombres y mujeres de la capital se confesaban en plena
vía pública, se arrodillaban ante los curas y confesaban sus pecados, otros
lloraban pidiendo perdón y otros se golpeaban sus pechos buscan expiar sus
culpas.
Con una reacción así, la idea
de un milagro, de una señal enviada por el mismo Dios a manera de conciliación
con el pueblo, parecía imposible ante los ojos de los ciudadanos de la Ciudad
de Los Reyes. Pero fue en este momento de confusión y miedo más profundo cuando
apareció la historia del Señor de los Temblores.
LA IMAGEN QUE NO SE DESTRUYÓ
Tal y como sucedió en el resto
de la capital, la zona de Pachacamilla, en donde se pintó cuatro años antes la
imagen del Señor, quedó en escombros, sin embargo, solo la pared del también llamado Cristo Moreno, sobrevivió
a la destrucción.
Debido a los escombros de la zona,
muy pocas personas se percataron de este detalle. No fue sino hasta 1671, con la
reconstrucción de la ciudad a cuestas cuando uno de los pobladores llamado,
Andrés de León, notó la imagen impávida levantada todo sobre los escombros. Pero
hubo más, el señor Andrés de León, sufría además una terrible enfermedad, y
luego de darle culto a esta imagen, se curó milagrosamente.
La noticia de este milagro comenzó
a popularizarse. Muchos de los pobladores y vecinos de la zona, comenzaron a
acudir, de manera nocturna, a venerar la santa imagen. Tal fue así que las
autoridades, preocupadas por estas visitas durante las noches y porque aquellos
adoradores además, realizaban cantos y bailes considerados por la Iglesia de
ese entonces como paganas, decidieron borrar la referida imagen.
Fue entonces cuando ocurrió
otro hecho extraordinario. En el libro “El día deseado” de D. Felipe ColmenaresFernandez de Cordova, publicado en 1771, se dice lo siguiente:
“Puso un Indio pintor la escalera
para subir á borrar la Imagen, y á pocos pasos que dio en ella, vino á tierra
fuera de sentido y cubierto de un copioso sudor. Creyendo el suceso causal,
hicieron subir otro hombre de los muchos que allí se hallaban, á el que le
sucedió lo mismo que al primero. Insistieron en que subiese tercero, y este
exclamó que no se atrevía á llegar á la Imagen, que admiraba cada instante mas
hermosa, y con la corona en la cabeza toda verde. Se añade, que estando el día
claro y sereno, se obscureció repentinamente el sitio, cayendo en él bastante
agua”.
La noticia de que tres hombres
intentaron borrar la imagen sin poder hacerlo, además de la lluvia que vino
después, quizá para alejar a estos hombres, avivó la idea de que aquella imagen
era una obra divina o estaba bendecida por Dios. Tal fue el impacto en la
población de estas historias, que el propio Virrey Conde de Lemus, así como
autoridades eclesiásticas, empezaron a analizar con mayor detalle la pintura.
Esto se dice de aquella
inspección.
“La prodigiosa conservación de
la pared, estando comida por el pie de salitre, y de la humedad de dos azequias
que junto á ella pasaban: la integridad y limpieza de la Imagen del Señor,
sinque la hubiese maltratado estar á cielo raso tantos años, e inmediata á un
rastro de matanza de carneros, que producía enxambres de moscas”.
Debido a esto, las autoridades
de la Iglesia decidieron trasladar aquella pared de la imagen a un templo para
que tuviera un culto que ellos consideraban conveniente. Sin embargo, el dueño
de la zona en la que se encontraba la pared, Don Diego Tebes Manrique, se opuso
a este traslado.
No obstante, tiempo después,
debido a la devoción que se le daba a esta imagen, que ya se había extendido a toda Lima, y a los
milagros, sobre todo a las cada vez más numerosas curaciones que se le
atribuían al culto de esta imagen, se construyó rápidamente una Capilla en la
misma zona en la que se encontraba la imagen que la albergaría.
Vale decir, que al momento de
asegurar la pared en donde estaba la imagen, se desprendieron los adobes en la
que estaban pintadas la Virgen María y María Magdalena, quedando solo la Cruz y
el Cuerpo del Señor, este hecho confirmó para muchos que la imagen del Cristo
era indestructible. Que nada podía destruirla, tanto que fue allí cuando se
hizo popular el nombre del Señor de los Milagros, o Señor de las Maravillas.
Pero si quedaba en duda en el
poder milagroso de esta imagen, el 20 de octubre 1687, se registró otro fuerte sismo
en Lima (que inundó además, gran parte del Callao), la Capilla construida en su
honor volvió a derrumbarse, sin embargo, la imagen nuevamente sobrevivió a este
nuevo embate de la naturaleza. Fue entonces cuando se hizo una copia de la
imagen (que perdura en nuestros días) y se inició la costumbre de sacar en procesión
al Señor de los Milagros, por las calles de Lima, cada mes de octubre en memoria
de este último sismo, con el fin, de que el Señor de los Temblores proteja a la
ciudad de otros movimientos o terremotos de tales características. Costumbre que
al día de hoy, aún se mantienen y la han convertido en una de las procesiones
religiosas más concurridas en América Latina.
OTRAS TRADICIONES SOBRE EL SEÑOR DE LOS MILAGROS
Para terminar les dejo con
algunas otras tradiciones que se originaron alrededor del culto al Señor de los
Milagros, por ejemplo, el uso de un hábito morado en estas fechas, se debe a
Antonia Lucía del Espíritu Santo, sierva de Dios, quien vestía un hábito morado
y un cordón blanco para dar culto a la imagen. Ella fundó el Beatario de Las
Nazarenas y la congregación vistió como ella. La labor de esta congregación
era, entre otras labores, cuidar la imagen de Pachacamilla. Poco a poco, la
relación del hábito morado con el Señor de los Milagros se fue creando y hay
quienes ahora, a cambio del cumplimiento de algún pedido o milagro, prometen
vestir de morado por un año por toda la vida.
Y como se trata del Perú, pues
la comida no podía estar de lado, y junto con la procesión del Señor de los
Milagros, está el consumo del popular “Turrón de Doña Pepa”, creado por Josefa
Marmanillo, una esclava del valle de Cañete. Doña “Pepa”, como era conocida,
fue liberada porque padecía de parálisis y le prometió al Cristo Moreno
acompañarlo en su procesión si aliviaba su mal. El primer día de la procesión, Doña
Pepa, logró recuperar el movimiento de sus brazos y manos, y esa misma noche,
se dice, la mujer soñó con la receta que daría origen al turrón. Al día
siguiente lo preparó y lo repartió entre los pobres de Las Nazarenas. Y desde
entonces es costumbre consumir este producto cada mes de octubre durante la
procesión.
Vídeo de la procesión del
Señor de los Milagros en Lima, en octubre del 2011. Imágenes de América
Televisión.
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